He extraído unas cuantas afirmaciones del manifiesto, lo suficientemente contundentes como para entender la magnitud de su importancia.
Esto es más que una crisis económica y de régimen: es una crisis de civilización, la vía del crecimiento es ya un genocidio a cámara lenta.
El declive en la disponibilidad de energía barata, los escenarios
catastróficos del cambio climático y las tensiones geopolíticas por los
recursos muestran que las tendencias de progreso del pasado se están
quebrando.No bastan los mantras cosméticos del desarrollo sostenible, ni la mera apuesta por tecnologías ecoeficientes, ni una supuesta “economía verde” que encubre la mercantilización generalizada de bienes naturales y servicios ecosistémicos. Las soluciones tecnológicas, tanto a la crisis ambiental como al declive energético, son insuficientes.
No bastan políticas que vuelvan a las recetas del capitalismo keynesiano, estas políticas nos llevaron a un ciclo de expansión que nos colocó en el umbral de los límites del planeta. Un nuevo ciclo de expansión es inviable: no hay base material, ni espacio ecológico y recursos naturales que pudieran sustentarlo.
Van a ser necesarios cambios radicales en los modos de vida, las formas de producción, el diseño de las ciudades y la organización territorial. Necesitamos una sociedad que tenga como objetivo recuperar el equilibrio con la biosfera, y utilice la investigación, la tecnología, la cultura, la economía y la política para avanzar hacia ese fin.
A lo sumo tenemos un lustro para asentar un debate amplio y transversal sobre los límites del crecimiento, y para construir democráticamente alternativas ecológicas y energéticas rigurosas y viables. Una civilización se acaba y hemos de construir otra nueva.